miércoles, 23 de julio de 2014

Dejar de fumar "peligrosamente"



Hoy voy a escribir sobre una anécdota. Dejar de fumar es serio, pero todo en la vida tiene su humor. Y puede ayudar.
No quiero decir que estos sistemas para dejar de fumar no funcionen. De hecho, conozco varios "exfumadores", que lo son gracias a ellos. Pero lo que voy a contar ocurrió. Por la ansiedad de mi amigo, por una mala técnica, por mala suerte....No se. Pasó.
Nos juntábamos en el bar, tres amigos, los tres fumadores, como carreteros y los tres por diferentes e iguales razones queríamos liberarnos de esclavitud. Tres meses, a diario, el camarero del bar, nos escuchaba idéntica conversación: "¿Alguien ha dejado de fumar?. No, pues un cafe y a fumarnos uno".
Un día Daniel, mientras fumábamos en la calle, "pelaos de frío", uno, dos, tres o los cigarros que se terciasen, según el interés de la conversación y el frío, dijo:"Pronto voy a dejar de fumar. He encontrado un método que es seguro". Yo que le conocía bien, pensé, "Ni cosiéndote la boca o cortándote las manos". No confiaba mucho en esas frases que de vez en cuando soltaba mi amigo. Daniel había probado todos los métodos , incluyendo "chuparse" 400 km en coche, para hablar con una señora, que aseguraba que con hablar con ella dejabas de fumar. Yo siempre le decía, "prueba, prueba y cuando encuentres uno que funcione me avisas, que voy".
Lo recuerdo bien. Fue un viernes. De noche. Llegue al bar y Daniel tomaba una cerveza con los tertulianos del bar, mientras se frotaba convulsivamente la oreja. Pedí café y salí a fumar, esperando a que Daniel finalizara su tertulia y se uniera conmigo en el noble arte de quemar tabaco. Tres cafés (otro de mis vicios) y tres cigarros después, seguía hablando, seguía aguantando, seguía sin fumar y me estaba mosqueando. Entré de nuevo en el bar y le pregunté: ¿que pasa?, ¿no fumas?. "Pues no", respondió, "Me han puesto esta chincheta en el lóbulo de la oreja --Efectivamente llevaba una especie de chincheta a modo de pendiente -- y ya no tengo ganas". "Me han dicho que, sobre todo al principio, cuando tenga muchas ganas de fumar, frote un poco y que las ganas pasarán", continuó. "Ah", respondí yo con cara entre incrédula y de tonto.
Le vi siete días después en el bar, con un cigarro en la boca y una mandarina en la oreja. O eso parecía por el color y el tamaño. Por cierto, la chincheta, que pudiera haber pasado por la etiqueta de la mandarina, había desaparecido. "¿Que te ha pasado?", pregunté. Tantas ganas tenía de fumar aún con la chincheta en la oreja que no paraba de tocarse el lóbulo. Tanto tocamiento produjo inflamación, luego infección y por último retirada urgente de la chincheta y dos semanas de antibióticos.
Y allí estaba con la "mandarina", los antibióticos y fumando.


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